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Cinco retos técnicos que superó el Apolo 11.



El 20 de julio de 1969, más de 600 millones de personas vieron cómo el astronauta estadounidense Neil Armstrong se convertía en el primer ser humano que ponía el pie en la Luna. Este importantísimo acontecimiento que pasaría a la historia no estuvo exento de dificultades. Te contamos cinco retos a los que se enfrentó la ciencia.


El 20 de julio de 1969, más de 600 millones de personas vieron cómo el astronauta estadounidense Neil Armstrong se convertía en el primer ser humano que ponía el pie en la Luna. Aquella hazaña supuso un desafío tecnológico sin precedentes. Estos fueron algunos de los retos con los que tuvieron que lidiar los expertos que participaron en el proyecto. - El Ordenador de Navegación del Apolo, la computadora que, entre otras cosas, permitía realizar los cálculos necesarios para controlar la orientación y el sistema de guía del módulo de mando –el vehículo que llevó a los astronautas hasta la órbita lunar– tenía una memoria ROM de 32 kB y una RAM de solo 2 kB. Sus especificaciones técnicas resultan irrisorias comparadas con las de un smartphone actual –cualquiera de ellos es unas mil veces más rápido–, pero, en su momento, su construcción, que llevó a cabo el Instituto Tecnológico de Massachusetts, fue un hito en lo que se refiere a la miniaturización de componentes: fue uno de los primeros que incorporó circuitos integrados, medía 61 x 32 cm y “solo” pesaba 32 kilos.


- Los técnicos de la firma de sistemas optrónicos Angénieux, que había ideado el objetivo de aumento especial de la cámara Westinghouse que llevaban los astronautas, tuvieron que desarrollar un sistema para proteger las superficies ópticas de la radiación solar y un nuevo proceso mecánico de lubricación, pues observaron que en las condiciones en las que se iba a usar su equipo, el lubricante convencional se evaporaba y cubría el objetivo con una capa de material atomizado.


- Un equipo de ingenieros de la NASA comenzó a trabajar en la bandera que desplegarían los astronautas en el satélite tres meses antes de que partiera la misión Apolo 11.


Tuvieron que diseñar un mástil especial formado por dos estructuras telescópicas, entre ellas una barra lateral que, fijada en el extremo de la otra, sostendría el paño. De esa forma, aunque la Luna carece de atmósfera, parecería que este estaría ondeando. La idea era que el conjunto, incluido el contenedor en el que viajaría, fuese lo más manejable y ligero posible. En total, todo ello pesó 4,2 kilos.


- En su obra Rocket men, el escritor Craig Nelson resume el trabajo de las aproximadamente 400 000 personas que colaboraron de un modo u otro para que Armstrong y Aldrin pasearan en julio de 1969 por la superficie de la Luna.

Sus trajes espaciales, por ejemplo, fueron confeccionados a mano por parte de la plantilla de Playtex, una conocida marca de lencería. Estos estaban compuestos por 21 capas aislantes y protectoras hechas con distintos materiales, muchos de ellos ideados por DuPont, como nailon, neopreno, teflón –un compuesto antiabrasión–, mylar –resistente al desgaste y la corrosión– o nomex, que protege del fuego.


- En el espacio, el simple acto de beber y comer no resulta tan fácil como parece. Algunos de los alimentos que los astronautas del Apolo 11 llevaron a bordo se encontraban termoestabilizados, otros estaban desecados, congelados o necesitaban ser rehidratados antes de consumirse.


Su primer menú consistió en pequeñas porciones de beicon, melocotones en almíbar y trocitos de galleta. Durante el viaje también ingirieron estofado, crema de pollo y distintos refrescos. El vehículo llevada dos espitas que proporcionaban agua fría –para beber– y caliente –para la comida–.


En ese entorno ingrávido, si se producía una fuga, el agua formaba esferas que flotaban en todas direcciones. Uno de los problemas con los que podían encontrarse los tripulantes es que se produjera la despresurización de la nave. En ese caso, tendrían que sobrevivir en el interior de sus trajes y nutrirse mediante el denominado Contingency Feeding System, un dispositivo que inyectaba alimentos en estado líquido a través de una abertura especial en el casco.



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