El reconocimiento global de que la dependencia de los combustibles fósiles representa una amenaza existencial ha llevado a un histórico acuerdo en la cumbre de Naciones Unidas COP28, celebrada en Dubái (Emiratos Árabes Unidos). Representantes de casi 200 países han acordado, por primera vez, tomar medidas para abandonar el uso de petróleo, gas y carbón con el objetivo de frenar el cambio climático.
A pesar de este avance, la concreción del acuerdo se presenta como un desafío, ya que no incluye compromisos explícitos sobre la eliminación o reducción del uso de combustibles fósiles, según las demandas de varios países, grupos de la sociedad civil y científicos.
Los meteorólogos y expertos climáticos señalan que la humanidad está a punto de alcanzar un hito significativo: el "pico" de consumo de combustibles fósiles. En los próximos años, se espera que el mundo alcance su nivel máximo de uso de carbón, petróleo y gas, y posteriormente, se anticipa una disminución en la demanda. Aunque este logro debería ser motivo de celebración, plantea interrogantes cruciales.
La transición hacia un nuevo modelo energético limpio es esencial, pero la rapidez con la que ocurrirá sigue siendo incierta. La gran montaña de combustibles fósiles que ha sustentado la civilización humana es más imponente de lo que muchos perciben, y descender de ella se presenta como una tarea monumental.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) predice que, incluso sin nuevas políticas climáticas gubernamentales, el uso global de combustibles fósiles alcanzará su punto máximo en 2025. Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, califica este hecho como un "punto de inflexión histórico". Sin embargo, surge la cuestión fundamental: ¿esta transición sucederá lo suficientemente rápido como para evitar el agotamiento de los recursos y los impactos irreversibles en el planeta? La respuesta a esta pregunta definirá el futuro sostenible de la humanidad.
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