Según la OMS, cuando la propagación mundial de una enfermedad queda bajo control en un área localizada, ya no se considera pandemia sino epidemia. Si la COVID-19 persiste globalmente en lo que la OMS considera "niveles esperables o normales", la organización redefinirá a la enfermedad como "endémica". En esa etapa, el SARS-CoV-2 se convertirá en un virus circulante que será menos importante a medida que generamos inmunidad.
Es probable que, como sucedió con la gripe, el SARS-CoV-2 continúe mutando y el sistema inmunitario humano se adapte para ahuyentarlo sin la necesidad de vacunas; pero esto no sucederá antes de que muchas personas se enfermen y otras mueran.
Para los expertos, hallar maneras de ralentizar la propagación de una enfermedad y manejar sus efectos, es el camino más seguro. Por ejemplo, en la actualidad, el control de la peste y una muy buena higiene mantienen a la plaga controlada mientras que los nuevos casos se tratan con antibióticos.
Si la sociedad intenta declarar el fin de la pandemia antes que la ciencia, tendremos que aceptar sus graves resultados, entre ellos muertes. Eso es lo que ha sucedido con las pandemias pasadas. La gripe ya no es considerada pandemia y hoy se la considera una enfermedad endémica; entre 12.000 y 61.000 personas en Estados Unidos siguen muriendo de gripe cada año, según las estimaciones de los Centers for Disease Control and Prevention, CDC (Centros para el control y la prevención de las enfermedades).
“Si podemos bajar el número de muertes a un cierto nivel y retomar nuestras vidas normalmente, se podría decir que la pandemia ha ‘finalizado’”
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