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El Misterio Detrás de los Ojos Azules: Más que Pigmento y Luz.


La comparación entre los ojos azules y el cielo en un día de verano va más allá de la simple apariencia, ya que ninguno de los dos posee una tonalidad de azul genuina. En un hecho sorprendente, el iris de alrededor del 8% de la población mundial que ostenta este color no tiene presencia de azul en su composición.


Lo que realmente existe en esta zona no es pigmentación azul, sino más bien una ausencia que engendra la ilusión del azul. Dicha carencia de pigmento, sumada a un fenómeno físico, colabora en la percepción de los ojos como azules.


El iris consta de dos capas: el epitelio en la parte posterior y el estroma en la parte frontal. A pesar de que la capa del epitelio solo tiene dos células de grosor, contiene pigmentos marrones oscuros incluso en los ojos azules. Estas manchas oscuras que a veces se observan en los ojos son en realidad el epitelio que se asoma.


El estroma, ubicado sobre este fondo marrón, está compuesto por una intrincada red de fibras de colágeno incoloras. En muchas ocasiones, el estroma contiene melanina, la misma sustancia que da color a nuestra piel y cabello. La cantidad de este pigmento y su distribución son factores decisivos en la coloración de los ojos.


No obstante, el color de los ojos depende de varios elementos. Aunque cada persona tiene un tono ocular único, la mayoría de la población mundial, alrededor del 80%, presenta variaciones de marrón. Los tonos marrones derivan de la alta concentración de melanina en el estroma, absorbiendo la mayor parte de la luz y creando una gama que abarca desde el chocolate hasta el ámbar.


En un giro interesante, los estudios sugieren que hace entre 6,000 y 10,000 años, una mutación genética afectó al gen OCA2, implicado en la producción de melanina, creando un interruptor genético que eliminó la producción de pigmento marrón en los ojos. Por lo tanto, todos los ojos azules pueden rastrearse hasta un ancestro común que carecía de melanina en el estroma.

La falta de pigmento no implica un déficit absoluto de color. Los ojos azules deben su tono al efecto Tyndall, un fenómeno en el que la luz se dispersa por partículas diminutas en una solución líquida. Las fibras del estroma actúan de manera similar, dispersando más la luz azul debido a sus ondas cortas. Esto se relaciona directamente con la razón por la cual el mismo par de ojos azules puede verse más brillante en ciertos momentos dependiendo de la calidad de la luz circundante.


En resumen, mientras que los ojos marrones tienen una función evolutiva al proteger de la radiación solar gracias a la melanina, los ojos azules son el producto de una mutación genética milenaria y un fenómeno óptico asombroso. Y aunque los ojos grises y verdes se intercalan entre estas categorías, cada tono ocular es único y nos recuerda la complejidad de la genética y la luz en la formación de nuestra apariencia distintiva.

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