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¿Existe realmente la nube de Oort?



En los confines del sistema solar existe una región que creemos podría estar poblada por billones de objetos diferentes, mundos en miniatura formados por roca y hielo, que orbitan alrededor del Sol cada varios miles o hasta millones de años. Esta región recibe el nombre de nube de Oort. En ella pensamos que se originan los cometas de largo periodo que muy ocasionalmente visitan el interior del sistema solar. Sin embargo, jamás hemos observado directamente ninguno de los objetos que componen dicha nube. Entonces, ¿existe o no?


El nombre de esta nube se debe al astrónomo neerlandés Jan Oort, que en la década de 1950 propuso su existencia. Sin embargo, la de Oort no fue la primera propuesta de este tipo, aunque sí la más convincente. A lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX se habían observado cometas con órbitas parabólicas, órbitas que los llevaban a acercarse al Sol una única vez y que no se repetirían con el tiempo. Sin embargo Armin Otto Leuschner, un astrónomo estadounidense propuso en 1907 que estas órbitas podían en verdad ser órbitas increíblemente elípticas (tanto que las mediciones de baja precisión podrían hacerlas pasar por parabólicas) y estos cometas provenir de una región del sistema solar situada a miles de veces la distancia que separa la Tierra del Sol, conocida comúnmente como unidad astronómica. En 1932 siguiendo un razonamiento similar, el astrónomo estonio Ernst Öpik, propuso que los cometas de largo periodo debían provenir de una nube situada en los límites del sistema solar.


La propuesta de Oort pretendía resolver una aparente paradoja. Sabemos que las órbitas de los cometas resultan inestables para tiempos suficientemente grandes. Algunos cometas pueden conservar sus órbitas durante unos miles de años y otros durante millones, pero debido a la presencia de los planetas sus órbitas acaban desestabilizándose con el tiempo, llevándolos a chocar contra el Sol o contra uno de estos planetas. Además, en su acercamiento al Sol van perdiendo su material, que consiste principalmente en hielos, de forma que tras decenas o cientos de estos acercamientos, el cometa acabaría reducido a una minúscula parte de su tamaño original.

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