Aunque le hace falta tecnificación, la agricultura es una de las actividades económicas más importantes de Ecuador. Según el Banco Central, en 2020 el comercio exterior agropecuario representó la entrada de USD 7.549 millones al país.
El campo ecuatoriano tiene una oportunidad con la llamada agricultura de conservación. Se trata de un sistema de cultivo que fomenta la utilización mínima de maquinaria o insumos químicos para mejorar los rendimientos de las plantaciones. Se fundamenta en la diversificación y rotación de los cultivos; lo que permite aprovechar la biodiversidad y los procesos biológicos de la tierra, según explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En esa línea de argumento Rubén Flores, oficial de políticas para América Latina y el Caribe de la FAO, quien asegura que la producción agrícola en Ecuador debe apuntalar a un sistema productivo más sostenible: ambiental, social y económicamente.
Según Flores, para los siguientes 10 años la agricultura de conservación debería ser una práctica recurrente entre los campesinos y empresarios ecuatorianos. El objetivo, dice, es cubrir una mayor parte de la demanda local e internacional, que cada vez opta por productos de mayor calidad y trazabilidad.
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