conocemos diferentes factores que aumentan el riesgo de complicaciones en la COVID-19 como la edad, la obesidad, padecer asma o alguna de las diversas enfermedades pulmonares crónicas (EPOC), etcétera. Pero incluso dentro de estos grupos de riesgo, no sabemos las razones por las que unos pacientes desarrollan COVID grave y otros lo pasan sin síntomas. Esta semana se ha publicado un artículo en Cell que afirma que deberíamos buscar la respuesta en la nariz.
Para entender en detalle qué estaba ocurriendo en la nasofaringe en el mismo momento del diagnóstico, los autores secuenciaron el ARN de cada célula y analizaron una media de 562 células en cada hisopo nasal para determinar qué células estaban presentes, cuáles contenían ya ARN del virus (un indicativo de infección) y qué genes se activaban o desactivaban para responder a la amenaza.
El hallazgo más decisivo se produjo cuando los investigadores compararon los hisopos de personas con diferentes niveles de gravedad de COVID-19. En personas con COVID leve o moderado, las células epiteliales mostraron una mayor activación de genes involucrados con respuestas antivirales, especialmente genes estimulados por interferón tipo I, una alarma muy temprana que despliega el sistema inmunológico. Por el contrario, en las personas que desarrollaron COVID grave (incluyendo ventilación mecánica) la respuesta antiviral registrada fue significativamente más débil. En particular, las células epiteliales tuvieron una respuesta de interferón tipo I mucho menor, a pesar de albergar grandes cantidades de virus.
“Desplegar una correcta cantidad de interferón en los momentos iniciales podría ser la clave para lidiar no solo con el SARS-CoV-2 sino con muchos otros virus”, concluye Ordovás-Montañés. Este estudio es el primer paso para dilucidar los elementos que determinan la gravedad de la enfermedad, pero además es un claro indicativo de hacia dónde podríamos encaminar nuestros esfuerzos para encontrar un tratamiento efectivo contra la COVID.
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