FUENTE: muyinteresante.es
Según una nueva investigación, el gas que se evapora de la luz del sol parece que trastocó, como si de una baraja de cartas de se tratara, las órbitas de los planetas exteriores, según sugieren las simulaciones informáticas.
En los primeros años del sistema solar, los planetas gigantes que aún se encontraban formándose, los gigantes gaseosos como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, tuvieron un vaivén extraño alejando a uno de sus compañeros del alcance gravitatorio del Sol. Finalmente todo se asentó, se puso en su sitio y las órbitas de los planetas se estabilizaron. Nuestro sistema planetario ya estaba en su configuración final.
Pero, ¿qué desencadenó este movimiento planetario en los inicios?
Un equipo de científicos ha desarrollado una serie de simulaciones por ordenador que sugieren que la radiación ardiente de nuestro joven sol por aquel entonces, condujo a la alteración de las órbitas de los planetas gigantes. Como resultado, los cuatro planetas más grandes de nuestro sistema solar podrían no habrían adoptado su lugar final hasta dentro de los 10 millones de años del nacimiento del sistema solar hace unos 4 600 millones de años. Eso es bastante más rápido que los 500 millones de años que había sugerido una investigación anterior.
'Barajado planetario'
Este hallazgo revelado por las simulaciones informáticas es muy innovador. Si bien existía bastante evidencia que indicaba algo parecido a un 'barajado planetario' en la historia temprana de nuestro sistema solar, algo que confundió las órbitas de los planetas gigantes, es la primera vez que una simulación así lo muestra.
¿Qué habría desencadenado esta inestabilidad de los planetas gigantes del sistema solar? Para identificarlo, los científicos realizaron simulaciones por ordenador de las miles de formas en que podría haberse desarrollado el sistema solar primitivo.
Para jugar con los parámetros, modificaron los del disco, su masa, densidad y cómo de rápido habría evolucionado. Las simulaciones también incluyeron los planetas gigantes en formación, cinco de ellos, de hecho; esto se debe a que los astrónomos creen que un tercer gigante de hielo, además de Urano y Neptuno, formaba parte de nuestro sistema solar pero finalmente fue expulsado.
Cuando el Sol comenzó a quemar hidrógeno en su núcleo, hace aproximadamente 4 600 millones de años (y, por tanto, convertirse oficialmente en nuestra estrella), su emisión ultravioleta habría golpeado el gas del disco, ionizándolo y calentándolo a decenas de miles de grados.
En las simulaciones, conforme la parte interna del disco se disolvía, los planetas que aún se estaban formando sentían menos gravedad en esa región, pero la misma cantidad de atracción de la región exterior del disco. Esta torsión gravitacional, como la llaman los expertos, podría haber desencadenado un efecto de rebote.
Así, los investigadores encontraron que a medida que la radiación solar evaporaba el disco, casi siempre se producía una reorganización planetaria en las simulaciones.
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