FUENTE: muyintereante.es
Las hembras de varias especies de mosquito tienen la desagradable costumbre de alimentarse de sangre, y algunas, de la sangre humana. Esta costumbre que tanto nos molesta es inherente a su biología, sin la cual no podrían completar su ciclo vital; los nutrientes que extraen de la sangre son esenciales para el buen desarrollo y la formación de los huevos. Por eso, solo las hembras pican.
¿Qué pasa cuando te pica un mosquito? Cuando un mosquito pica a alguien, perfora la piel con seis estiletes que, colocados en forma de tubo afilado, hacen la función de aguja hipodérmica. Su intención es extraer sangre con la que nutrir sus huevos. Contrariamente a lo que se cree, el mosquito no inyecta ningún tipo de toxina en su picadura, a diferencia de otros insectos. Lo que inyecta de forma constante es saliva, rica en sustancias anticoagulantes que fluidifican la sangre, evitando que se coagule en el estilete o en el sistema digestivo, lo que resultaría fatal para el mosquito, pues formaría un tapón y perdería la capacidad de seguir alimentándose.
El cuerpo humano reacciona a esas sustancias anticoagulantes, generando la característica inflamación local con eritema y picazón, típica de las picaduras de mosquito.
El mosquito como vector Pero no todas las picaduras de mosquito son tan limpias. Durante el proceso, el mosquito succiona sangre, y con ella, diferentes patógenos que pueden estar presentes en la sangre, como virus, bacterias y protozoos. Muchos de los organismos se mantienen en la muestra de sangre obtenida y, tiempo después, son destruidos por el sistema digestivo o el inmunitario del mosquito.
Pero otros muchos se mantienen latentes en el interior del insecto y viajan con la saliva en la siguiente picadura, de vuelta a un hospedador humano. Al organismo que transporta un patógeno de un hospedador a otro se le denomina vector. Los mosquitos pueden ser vectores de muchas enfermedades.
Infecciones víricas, como el dengue, la fiebre amarilla, el chikunguña, el virus del Nilo Occidental o el Zika; bacterianas como la tularemia; y parasitarias como la malaria, la enfermedad de Chagas, la leishmaniasis o la filariasis, en muchos lugares del mundo, son transmitidas por mosquitos.
La importancia epidemiológica de las muestras ambientales Si algo nos ha demostrado la curiosidad científica y la capacidad de innovación es el potencial para solucionar problemas en los lugares más inesperados, incluso donde, normalmente, se percibe un problema. Solo hay que saber cómo buscar.
Desde que John Snow, el padre de la epidemiología, comprendió que el origen de la epidemia de cólera en Londres, de 1854, era la presencia de materia fecal en las fuentes de agua públicas, el análisis de variables ambientales como marcador de la situación epidemiológica de una enfermedad es un campo de estudio que ha avanzado muchísimo.
Por ejemplo, durante la pandemia de SARS-CoV-2, el estudio de las aguas fecales fue determinante para comprender el comportamiento del virus en las poblaciones, eliminando los sesgos que se producían al haber portadores asintomáticos o personas que no se realizaban las pruebas diagnósticas, y quedaban fuera de las estadísticas.
Otro buen ejemplo es el análisis de algunos moluscos. Son organismos filtradores que retienen sustancias disueltas en el agua, que nos permiten detectar consumos abusivos de determinados fármacos por parte de la población.
Este tipo de análisis permite comprobar el estado epidemiológico de una enfermedad o un hábito, sin necesidad de tomar muestras directas de las personas. De hecho, al tratarse de datos recolectados a posteriori, y de fuentes que han colectado múltiples muestras distintas en un mismo lugar, los resultados no solo son anónimos, sino que aglutinan promedios poblacionales, sin tener en cuenta las condiciones individuales.
El mosquito como muestreador epidemiológico Recordemos que los mosquitos succionan sangre de muchas personas distintas, y acumulan en su interior los patógenos que estas personas pueden tener en sangre. Es cierto, como hemos visto, que esto los convierte en vectores potenciales de enfermedades. Pero también pueden convertirse en grandes proveedores de muestras de sangre anónima, que se pueden obtener, extraer, analizar y emplear para estudios epidemiológicos.
Los mosquitos no son migradores de largas distancias. Una hembra de mosquito apenas cubre unas decenas de hectáreas durante sus tres o cuatro semanas de vida, por eso los resultados derivados de este tipo de estudios permiten una resolución geográfica bastante fiable. La monitorización de mosquitos que se han alimentado de sangre es un método barato y eficiente para la identificación de enfermedades humanas emergentes y zoonosis. Solo hay un problema: cómo obtener esos mosquitos.
Es necesario optimizar los sistemas de obtención de los mosquitos que se han alimentado, para adquirir la cantidad suficiente de muestras como para que el estudio sea significativo.
Recientemente, un grupo de investigación del Centro Nacional de Entomología de Vectores en Zúrich, Suiza, ha desarrollado una mezcla sintética de atrayente que resulta muy eficaz. En este estudio, liderado por el profesor Niels O. Verhulst, y publicado recientemente en la revista Medical and Veterinary Entomology, muestran cómo mediante la optimización de la técnica se logra una estandarización de las capturas de mosquitos alimentados con sangre, que permite predicciones epidemiológicas mucho más precisas.
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