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¿Por qué renunció el papa Benedicto XVI?



Joseph Aloisius Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl, Alemania. Fue elegido papa de la Iglesia católica el 19 de abril de 2005 tras recibir el voto por parte de 115 cardenales para que sucediera al canonizado Juan Pablo II. Tomó el nombre de Benedicto XVI, pero su papado supuso una peculiaridad en la historia de la institución eclesiástica. En febrero de 2013, Benedicto XVI renunció a su cargo. La sorpresa fue mayúscula puesto que lo habitual es que los papas se sucedan unos a otros por el fallecimiento del anterior. No ocurría esta situación desde la renuncia de Gregorio XII en 1415. El 31 de diciembre de 2022, Ratzinger falleció a sus 95 años. ¿Por qué renunció al trono de San Pedro?


Un mundo en constante cambio Solo ha habido ocho papas que hayan renunciado (o fueran obligados a renunciar) en 2000 años de historia de la Iglesia católica: Clemente I, Ponciano, Silverio, Benedicto IX, Gregorio VI, Celestino V, Gregorio XII y, por último, Benedicto XVI. Una selecta lista de entre los 266 pontífices que han sido nombrados en Roma. Cada uno de ellos vivieron contextos muy distintos en los que los papas se veían envueltos en intrigas políticas internacionales e incluso en guerras. A pesar de la resistencia titánica que tiene la Iglesia para continuar ejerciendo influencia mundial, se trata de una institución que suele estar rodeada de polémicas. Este escenario es el que generó la controversia a la hora de detectar los motivos por los que un papa podría renunciar a su cargo en pleno siglo XXI.


Según el comunicado del propio Benedicto XVI, renunciaba por su “edad avanzada”. Sus palabras fueron las siguientes según el comunicado oficial:

“Después de haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, llegué a la certeza de que mis fuerzas, debido a una edad avanzada, ya no son aptas para un adecuado ejercicio del ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, debido a su esencial naturaleza espiritual, debe llevarse a cabo no solo con palabras y obras, sino también con la oración y el sufrimiento.


Sin embargo, en el mundo de hoy, sometido a tantos y tan rápidos cambios y sacudido por cuestiones de profunda relevancia para la vida de fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio son necesarias tanto la fortaleza de la mente como la del cuerpo, fortaleza que, en los últimos meses, se ha deteriorado en mí hasta el punto de que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio que se me confió.


Por esta razón, y bien consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por los cardenales el 19 de abril de 2005, de tal manera, que a partir del 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas, la Sede de Roma, la Sede de San Pedro, quedará vacante y deberá convocarse un cónclave para elegir al nuevo sumo pontífice por aquellos a quienes compete”.


¿Una cara oculta? Abusos sexuales y corruptelas Por entonces, Benedicto XVI estaba cerca de cumplir los 86 años, la misma edad que tiene el actual papa Francisco. Es conocida de sobra la facilidad con la que muchos especulan acerca de otras razones para la renuncia de Benedicto XVI. Hay una especie de sentimiento establecido que atribuye a la Iglesia dos caras: la oficial y la que se oculta tras la oficialidad. Y, bueno, razones no faltan para pensarlo.

Parecía que no había ninguna dolencia o problemas de salud que le impidieran continuar. Se insinuó que pudo haber sufrido una presión externa para que diera ese paso, algo que el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, se encargó de desmentir.


Entre las polémicas que más fuerza han tenido como causas para su renuncia está el escándalo de los abusos sexuales. Benedicto XVI pidió perdón en 2010 por estos actos y se comprometió a abordar este tema. Se reunió con víctimas de abusos y sancionó de manera contundente a personajes que gozaban de una posición destacada en la jerarquía eclesiástica. Otros asuntos tuvieron que ver con la disolución y expulsión de un grupo de miembros del Vaticano que se declararon homosexuales. Además del caso “Vatileaks” a partir de la filtración de documentos que destaparon corrupciones en la Santa Sede.

Sin embargo, el propio Ratzinger insistió en una entrevista que, aunque “fue una difícil decisión”, el motivo se ajustaba al comunicado oficial:

“Algunos de mis amigos algo ‘fanáticos’ todavía están enojados, no querían aceptar mi elección. Pienso en las teorías de conspiración que siguieron: algunos dijeron que se debió al escándalo de Vatileaks, algunos a una conspiración del lobby gay, algunos al caso del teólogo conservador lefebvriano Richard Williamson . No quieren creer en una elección consciente. Pero mi conciencia está tranquila”.


Con todo, Ratzinger escribió una autobiografía en la que revela que tomó muchas notas sobre temas polémicos y que se encargaría de destruirlas todas para que nadie, ni siquiera los historiadores, puedan evidenciar ciertos conflictos. Una actitud bastante común en la Iglesia que sigue abonando el terreno para la especulación y las conjeturas. El futuro nos dirá si su decisión abrirá la puerta a que otros pontífices renuncien al cargo antes de tiempo. Atendiendo a la historia, la decisión seguirá siendo una rara avis en la Santa Sede.

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