No es fácil señalar una única causa por la que estos pensamientos emergen, pues se trata de un problema que ocurre en individuos y momentos muy dispares.
No obstante, quienes ostentan una actitud extremadamente perfeccionista pueden referirlos con mayor frecuencia.
Les sucede porque tienden a enfrascarse en la búsqueda de soluciones inequívocamente beneficiosas allá donde todas las posibles vías de acción albergan una pérdida o renuncia.
También puede ser común en personas que sufren un trastorno de ansiedad generalizada, una entidad clínica cuyo síntoma central radica en preocupaciones que se extienden a un abanico amplio de situaciones cotidianas.
Quienes padecen trastorno obsesivo compulsivo o estrés postraumático son igualmente vulnerables, dado que en ambos casos se aprecian pensamientos intrusivos e indeseados con profundas resonancias afectivas.
Más allá de estas condiciones de salud mental, se sabe que una exposición excesiva a estimulación física o mental en las horas previas a acostarse (visualización de una película excitante, lectura de una obra intelectualmente compleja, trabajo en una tarea extenuante, ejercicio agotador, etc.) implica un aumento en la probabilidad de acabar "dando vueltas" en la cama, pues dispara niveles de activación incompatibles con la fisiología del sueño.
Por otra parte, el distrés o estrés negativo también puede relacionarse con el fenómeno de la rumiación nocturna.
Este término precipita un estado subjetivo de alerta ante situaciones que son valoradas como desbordantes en relación con los recursos percibidos como disponibles.
Estas experiencias promueven sensaciones de intenso desasosiego e indefensión, algunas de las cuales conectan íntimamente con los estados depresivos.
Otras circunstancias aparentemente inocuas, como dormir en un lugar diferente al acostumbrado, también generan ocasionalmente esta incómoda situación.
Además, hacer uso de dispositivos electrónicos que emiten luz sobre la retina (móviles, tabletas, etc.) interfiere en la síntesis central de la melatonina, una hormona que requiere de la más absoluta oscuridad y que contribuye decisivamente a mejorar la calidad del sueño.
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