FUENTE: muyinteresante.es
Julio es un mes perfecto para hacer una escapadita al campo y disfrutar de una noche de observación astronómica. Aunque es cierto que no tendremos ningún gran evento como el eclipse del pasado mayo, las conjunciones planetarias de marzo y abril o la lluvia de estrellas de agosto, sí podremos disfrutar del simple espectáculo de un cielo estrellado y de los muchos astros que lo pueblan.
Este mes ocurrirá un fenómeno que suele pasar desapercibido, pero que es una muestra más de la complejidad e interés de nuestro firmamento. La estrella Mira, que forma parte de la constelación poco conocida de Cetus (o constelación de la ballena) es una estrella gigante roja variable. Es decir, por la expansión y contracción que sufren sus capas más externas, su brillo varía con el tiempo y lo hace siguiendo una periodicidad bien definida. Mira tarda concretamente unos 332 días en completar uno de sus ciclos, durante los cuales pasa de una magnitud aparente de 10 (es decir, invisible a simple vista y sólo detectable con un telescopio potente y buenas condiciones atmosféricas) a una magnitud de 2 (es decir, tan brillante como Saturno o Marte en su momento de menor brillo).
Esta estrella ya era conocida por los griegos y romanos, que veían como, aproximadamente cada año, esta estrella aparecía y se desvanecía mientras variaba su brillo. Esto fue lo que le dio su nombre actual, Mira, que provendría del latín, significando “maravillosa” o “asombrosa”. Pues bien, el máximo brillo lo alcanzará este año el día 16 de julio. Podremos verla de madrugada, hacia el sureste y situada cercana a Marte y por debajo del planeta rojo.
Este máximo en el brillo de Mira casi coincidirá con el máximo brillo lunar, con la luna llena, de este mes, que tendrá lugar el 13 de julio poco antes del atardecer. El brillo de la luna irá disminuyendo hasta la luna nueva del 28 de julio. Esta luna llena será una de las conocidas como superlunas, que tanto llenan los titulares de los medios digitales hoy en día. Esta superluna ocurre cuando coincide el momento de máximo brillo de la luna (la luna llena) con su momento de máximo acercamiento a la Tierra (el perigeo). Esta coincidencia nos da una luna llena ligeramente más grande que cuando no coinciden estos dos momentos, aunque la diferencia es tan sutil, que apenas se percibe a simple vista. Es tal vez tarea de quienes nos dedicamos a la divulgación astronómica y a escribir los titulares de estas noticias situar las expectativas del espectador donde tocan: será una luna llena grande, sí, pero nada fantasioso o épico.
También este mes de julio tenemos un día de marcada importancia por las distancias a las que se sitúan dos astros: la Tierra y el Sol , que alcanzarán su máxima distancia anual el día 4 de julio, como ocurre cada año. Este punto de la órbita terrestre se conoce como afelio y no es más que eso: el punto en que la Tierra alcanza su máxima distancia al Sol y a partir del cual empieza su camino de vuelta a la estrella. Este punto existe porque la órbita del planeta alrededor del Sol no es perfectamente circular, sino elíptica. Esto implicará que habrá una distancia mínima, que se alcanza en torno al 4 de enero y una máxima, que se alcanza en estas fechas. Por supuesto la diferencia entre estas dos distancias es tan pequeña, que apenas influye en el transcurso de las estaciones. Aunque estemos situados más lejos que de normal, julio seguirá siendo un mes caluroso en el hemisferio norte, al pertenecer al verano.
Durante este mes podremos disfrutar de las típicas constelaciones veraniegas, como la Lira, el Cisne o el Águila, dominadas respectivamente por las estrellas Vega, Deneb y Altair, que forman el famoso asterismo del Triángulo de Verano. Un asterismo es cualquier conjunto de estrellas que formen un patrón reconocible en el cielo. Esto no es lo mismo que una constelación porque estas últimas son regiones definidas del cielo, reconocidas por las diferentes Uniones Astronómicas y estandarizadas internacionalmente. Es decir, cualquiera puede “establecer” o “crear” un asterismo, señalando un grupo de estrellas que forman cierto patrón, pero no cualquiera puede establecer una constelación, que vienen reguladas por las autoridades astronómicas.
También otras constelaciones, presentes el resto del año, dejan verse con especial facilidad (por el clima más que por las condiciones del propio cielo) como las Osas Mayor y Menor, Casiopea, Cefeo o el Dragón. También Escorpio, con la brillante y roja Antares y el tridente de estrellas que parecen salir de ella, o Sagitario, con su característica forma de tetera, son fácilmente reconocibles durante estas fechas. Es en la dirección de Sagitario donde se encuentra el centro galáctico, por lo que en esta zona del cielo, si la contaminación lumínica lo permite, podemos observar una mayor concentración de estrellas y polvo en la banda que forma la Vía Láctea. Tras ese polvo y a 27 000 años luz de distancia, se encuentra el agujero negro supermasivo Sagitario A*, que fue fotografiado recientemente. Por supuesto a simple vista no podemos ni empezar a soñar con verlo.
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