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¿Qué es un manglar?



Existen multitud de ecosistemas de tierra firme, y otros muchos marinos. Y allí donde se juntan el mar y la tierra se forman otros, muy distintos al resto, que obedecen a los ciclos de las mareas. En las regiones litorales también hay una amplia diversidad de ecosistemas, pero pocos tan espectaculares como los manglares, propios de latitudes tropicales y subtropicales, que pueden encontrarse en África, Asia, Oceanía y, sobre todo, en América.


Los manglares son ecosistemas con una gran diversidad biológica, muy ricos y muy productivos. Son además refugio de una gran cantidad de animales, especialmente moluscos, crustáceos, peces y aves. Su estructura recuerda a la de un bosque inundado y, por tanto, dominado por una o varias especies de árboles.



El árbol que domina el ecosistema del manglar recibe el nombre vulgar de mangle. Hay más de 50 especies de mangles distintos, pertenecientes a 16 familias botánicas distintas.


Un ecosistema de dos entornos

Una característica que hace del manglar un ecosistema tan peculiar es que se extiende desde el fondo, por toda la columna de agua hasta la superficie, y varios metros por encima de ella. Las copas de los mangles se expanden como un manto verde de varios metros de espesor sobre la superficie del agua. De las ramas, cuando tocan la superficie, brotan raíces adventicias que se adentran en el agua, hasta enterrarse en el fondo, arraigando en el sustrato.


El resultado final es un dosel arbóreo denso y poblado, formado por un complejo entramado de ramas, que se sostiene sobre raíces largas, como si de zancos se tratara. En la parte emergida, las plantas epífitas —plantas que crecen sobre otras plantas—enriquecen la biodiversidad vegetal del ecosistema y forman, allí donde el entramado es más denso, pequeñas porciones de suelo donde llegan a arraigar herbáceas o helechos. Además, el dosel arbóreo proporciona refugio a aves e insectos.


Bajo la superficie, en cambio, se encuentra un mundo muy distinto. Las raíces, como columnas, interrumpen las corrientes y evitan la erosión del fondo, creando áreas de aguas tranquilas donde multitud de fauna puede entrar y refugiarse. En ocasiones, la densidad de las raíces es tan elevada que los peces más grandes no pueden adentrarse en la oscura tranquilidad del corazón del manglar, y sirve como escondite para sus presas.


Un puente entre dos mundos

La forma tan particular de un manglar lo convierte en un tipo de ecosistema único. Los ecosistemas, en general, y sobre todo los más maduros, suelen tener en su seno ciclos de materia y energía complejos y muy desarrollados, pero el intercambio de energía con los ecosistemas vecinos es relativamente bajo. Por este motivo, el flujo de materia y energía entre ecosistemas terrestres y acuáticos es relativamente bajo. Pero los manglares rompen esta tendencia.


El manglar se comporta como un bosque en su parte emergida, que produce grandes cantidades de biomasa. Pero, esta biomasa, que en un bosque normal terminaría acumulada en el suelo transportando al exterior muy poca cantidad, sobre todo por la escorrentía, en un manglar se precipita en el agua. Gracias a las corrientes costeras, parte de esta materia orgánica puede viajar kilómetros de distancia y depositarse en lugares muy alejados. Se han encontrado erizos de mar en el fondo de una fosa oceánica del Caribe con restos de hojas de mangle en su estómago.


Pero no toda esa materia tiene por qué perderse en el océano. Cuando el mar está en calma, o cuando el entramado de raíces es tan denso que impide a las corrientes arrastrar gran parte de la biomasa, el manglar facilita el proceso de sedimentación, que puede desembocar en la formación de nuevas islas.


Finalmente, el manglar puede convertirse en un protector de los ecosistemas terrestres interiores. La densidad del dosel reduce considerablemente la fuerza con la que el oleaje o las inundaciones embisten contra la costa. Incluso el daño causado por tormentas o maremotos resulta parcialmente amortiguado por la presencia de los manglares. Además, son un poderoso sumidero y almacén de carbono atmosférico, lo que ayuda a mitigar los efectos del cambio climático; no obstante, es un ecosistema sensible a los cambios en el clima. Por todas estas razones, los manglares se consideran ecosistemas prioritarios a conservar.

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